miércoles, 5 de noviembre de 2008

Uno de mis días en imágenes

Abro los ojos y veo semi-iluminado mi cuarto por los rayos de luz que entran por las rendijas de mi persiana. Miro el reloj: las 10:00. Me giro hacia la derecha y me encuentro con mi reflejo en el espejo del armario de mi cuarto. Espero 5 minutos y me levanto. Enciendo la luz y cierro los ojos por el esplendor. Medio a ciegas voy por el pasillo hacia el baño. Al pasar por la cocina saludo a mi compañera de mi piso que está desayunando. Ella también tiene la misma cara de sueño que yo. Ya en el baño, me lavo la cara y me meto en la ducha. Al salir, el frío me da escalofríos. Salgo del baño y me doy cuenta de que la puerta de la terraza está abierta. La cierro y me dirijo a mi cuarto a paso acelerado. Me visto y me dirijo a la cocina. Caliento la leche en el micro y espero. La cocina la verdad que merece ya un acto de limpieza. Se nota que estamos todas (somos 4 en el piso) tan atareadas que la hemos dejado un poco descuidada. El pitido me saca de mis pensamientos. Saco la taza y echo el café. Me cojo unas magdalenas y voy al salón a desayunar. Tengo frío así que cojo una manta. Hay tres para elegir y cojo la verde que es la más finita pero muy agradable. Después me voy a mi cuarto ya que tengo que hacer algunas prácticas en el ordenador. Hay un montón de ropa que se acumula en la silla así que me pongo a colocarlo en el armario. Este año hemos cambiado de habitación y me ha tocado la grande. Tengo un gran armario que para una persona tan desordenada como yo es necesario para no acabar viviendo rodeada de caos. Me siento en la silla y mirada se pierde por la ventana. Después de unos segundos enciendo el ordenador y me pongo a escribir. En alguna ocasión me levanto a causa del hambre y voy al frigorífico. Es ya mitad de semana y se nota. Al final me decido por untar queso en una rebanada de pan. Al volver al cuarto me fijo en los posters que pusimos un día que nos dio por decorar la casa. Es el tercer año que vivimos juntas y ya era hora de darle un toque personal a la casa. Hay uno de Indiana Jones, otro del Incidente y otro de ¡El patito feo y yo! Repito, fue un día de esos que decidimos decorar y pusimos lo primero que teníamos. Vuelvo al cuarto y sigo escribiendo. A veces me paro y miro alrededor. La verdad que es una gozada tener un cuarto grande (es que antes tenía uno muy, muy pequeño). Se acerca la hora de comer así que voy a la cocina a ver que tal va la comida. Hoy toca muslos de pollo encebollado y patatas fritas. Me encanta está comida. Preparamos la mesa, movemos la tele y nos sentamos a comer. La comida tiene una pinta… En frente tengo a dos de mis compañeras de mi piso. Puedo percibir el hambre que tenían y lo rico que les sabe la comida. Vemos el informativo y echamos a correr porque son las 15: 40. Bajo en mi coche con dos de mi piso. Es un día un poco de estrés así que pongo música techno que nos gustaba cuando éramos pequeñas. Miro a mi derecha y atrás por el espejo retrovisor y veo como las tres vamos cantando todas emocionadas. Llegamos al parking y nos separamos. En la puerta de comunicación me paro ya que como siempre me cuesta encontrar la cartera. Busco por mi bolso lleno de cosas y ahí esta. Entro al edificio y miro al reloj digital de la entrada las 16:02. Me doy prisa y entro en clase de forma sigilosa. Muchas de las cabezas se giran hacia la puerta. Miro al profesor como buscando su aprobación y me voy a sentar. A medida que pasas por las filas oigo varios holas. Finalmente sentada, saco unos folios y el bolígrafo y me pongo a copiar. En el descanso, varios de mis amigos vamos a tomar el café a la famosa cafetería de comunicación. Parece las rebajas, todo el mundo está amontonando en la barra. Por fin pedimos los cafés y nos sentamos. Miro a mi alrededor y escucho. Realmente parecemos un gallinero, pero me gusta. Siempre me ha gustado mucho el ambiente de la cafetería. Volvemos a clase. Faltan tres horas. Todas pasan de forma similar. Cojo apuntes, aprovecho para hablar cuando el profesor se empieza ir por las ramas y me fijo en la gente que tengo delante. Estoy acostumbrada a sentarme por detrás y me gusta fijarme en como está la gente en clase. Hay varios que copian y no levantan la cabeza, otros que están haciendo sudokus de los periódicos, otros que juegan al móvil, otros no hacen más que tocarse el pelo… ¡Qué manía! A veces me pone nerviosa que el de adelante esté todo el rato tocándose el pelo, pero bueno esa es otra historia. Por fin salimos de clase. Nos quedamos hablando en la puerta de entrada y luego vamos para el parking. Acerco algunos amigos a sus casas y me pongo a buscar sitio. No sé cuantas horas al año perderé buscando sitio pero fijo que no son pocas. En Iturrama la verdad que es difícil. O encuentras a la primera o puedes pasarte 20 minutos buscando y dando vueltas todo el rato por las mismas calles. Y te pones histérico. Además, Pamplona está lleno de rotondas y a la gente parece no gustarle eso de los intermitentes. Volviendo a lo que nos concierne, aparco el coche. Busco monedas en mi cartera de Betty Boop para poner la OTA (o zona azul como dicen aquí) para mañana por la mañana. Entro en casa y voy directa al sofá. Se empieza a oler la cena. Aparece mi compañera di piso con revuelto de gulas. Nos sentamos todas en los sofás para cenar. Es tradición, la comida en la mesa, la cena en los sofás. El poco pan que queda de la mañana se agota y todos los platos acaban en la mesita de delante de la televisión bien rebañados. En la mesita también hay tazas de café y las botellas de aceite y vinagre. Observo a mis compañeras; una siempre está tocándose el pelo, otra está tumbada con una manta y leyendo la revista y la tercera comentando siempre todo lo que ocurre en la televisión. Poco a poco, una a una se van yendo a la cama. Yo me quedo un poco más. Confieso que me encanta esos momentos nocturnos de ver la televisión. Me relaja mucho. Al final decido irme yo también a la cama. Apago la lámpara del salón. Una lámpara muy torcida y que casi no da luz pero nos gusta. Voy al baño y me lavo los dientes y la cara. En el cuarto ya me pongo el pijama y me meto en la cama. Apago la luz y de nuevo puedo ver mi cuarto semi-iluminado por las luces de la farola que entran a través de las rendijas de la ventana. Eso sí, mucho más oscuro que dentro de unas horas.

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